Agosto 2022 – Canadá Periódico CORREO Canadiense.
Todos, en algún momento, pasamos por la experiencia de ser los novatos, los recién llegados, los nuevos o los aprendices de algo.
Aunque a muy pocos nos guste el papel de principiantes, porque durante esa época la equivocación nos determina, ésta es, sino la mejor, una de las maneras más eficaces de que algo se nos quede grabado en la memoria. Ya lo dijo James Joyce “Los errores son los portales al descubrimiento”. El problema con abrir esos portales es que no siempre estamos listos, aun cuando los tengamos en nuestras narices.
Hace años, cuando comenzaba mi vida laboral en una oficina en Canadá, experimenté los sinsabores de ser principiante. Estaba muy concentrada en conocer al detalle mis tareas laborales. Algo que me llamó la atención, en aquel entonces, fue la familiaridad con la que los correos electrónicos iban y venían entre colegas para cuestiones de trabajo, para soplar las velas de algún cumpleaños o para tomar un café después de las horas de oficina; era algo común a lo que yo no estaba acostumbrada. Me habían comentado sobre la tradición de celebrar cada vez que había un cumpleañero en la oficina, por eso cuando recibí el “email” para un festejo de cumpleaños nada me pareció raro. El correo decía: “Fiesta sorpresa para Becky”. Daban los detalles de la fiesta, una celebración a lo grande por los cuarenta años de la festejada y, sobre todo, recalcaban que era una sorpresa.
Yo, como principiante, no recordaba los nombres de todos. Para no correr ningún riesgo, me acerqué a mi jefa Victoria y al oído le pregunté: ¿Quién es Becky? Victoria no me dijo nada y puso cara de no entender lo que yo estaba diciendo, entonces dije las palabras mágicas “fiesta sorpresa”, “el email”. Nada sospeché ante su cara de duda. Me pidió ver el correo del que yo le hablaba. Lo leyó entero, una y dos veces: los detalles, la dirección, todo. Mientras ella leía, me di cuenta de que apenas se estaba enterando. Cuando terminó, me miró y me dijo: “Becky soy yo”.
Lo único que pensé en ese instante fue: “Tierra, ábrete y trágame”. Pedí disculpas, aunque estaba segura de que no serviría de nada. La nueva, la aprendiz, acababa de arruinar la fiesta sorpresa de los cuarenta años de la jefa de la oficina. Mi rostro se enrojeció. Sentí muchas ganas de llorar y por supuesto, resolví no asistir a la fiesta, me quedaría escondida bajo mi escritorio. Supongo que Victoria, ahora sé es “Becky”, advirtió mi frustración, por lo que enseguida suavizó el momento con una carcajada y me dijo dos cosas: la primera, que yo tenía que ir su fiesta sorpresa. Y lo segundo, y más importante que me dijo fue, que aprendiera a reírme de mis errores porque la vida es un juego donde solo gana el que los enfrenta.
María Fernanda Rodríguez.