Noviembre 2022 – Canadá Periódico CORREO Canadiense.
La cama es tan grande que parece un campo sin fin. Alcanzamos los cuatro a plenitud: mis suegros a un lado y nosotros al otro.
Ha comenzado el partido de fútbol; un clásico imperdible. Es domingo, la tarde comienza a caer. Estamos atentos a los pases de nuestro equipo, gritamos, reímos y nos asustamos con el acontecer deportivo. Las cobijas arrugadas sobre la comodidad de un colchón, el olor a madera oscura que decora la habitación y las paredes blancas, nos convierten en cuatro polluelos dentro de un nido. Mi cuñada de repente llega, se disculpa por el retraso y con una sonrisa se acuesta en forma horizontal al borde de la cama. El resplandor del televisor marca sobre la pared una sombra que bien podría confundirse con el relieve irregular de las montañas; afuera oscurece de a poco.
Esta parecería la escena de una tarde común de calidez en familia, un momento de alegría en el que todos hemos convenido, de manera tácita y silenciosa, en compartir tiempo de calidad. Así es la felicidad: comprometerse sin palabras, saber lo que es bueno para todos, escoger estar juntos. A veces la felicidad parecería durar para siempre, un reloj sin tiempo, pero en realidad solo se sostiene sobre un largo y delicado hilo en el que a veces se hace difícil caminar.
Miro de cerca la escena, enfoco el lente que nos encuadra y reconozco a la tristeza de la felicidad. En inglés, a ese momento, se le dice bittersweet: un adjetivo que hace referencia a que dentro de algo placentero se encuentra un elemento de amargura. Junto a la cama, del lado donde están mis suegros, hay un tanque de oxígeno. La cánula se desplaza desde el cilindro hasta la mascarilla que yace sobre el rostro de él.
El tiempo tiene fecha de vencimiento, todos lo sabemos, y nosotros mañana tenemos boleto de regreso a nuestro hogar, a cuatro mil kilómetros de distancia. Así es la tristeza de la felicidad: un punto fuera de foco, algo que casi no se ve en la gran fotografía, pero que está presente; un momento bittersweet.
Yo pensaba que los momentos en la vida eran felices o tristes, pero no los dos al mismo tiempo.
En el televisor el partido continúa. Cada rebote de pelota palpita en el pecho de los espectadores de este gran campo. Se acerca el final de un partido sin goles; no habrá victoria, aunque yo siento que gana la tristeza de la felicidad.
¿Cuántos momentos bittersweet viviste hoy?
María Fernanda Rodríguez.