Mayo 2023 – Canadá Periódico CORREO Canadiense. 

Las arañas tienen en su mayoría ocho ojos y algunas podrían no tener ojos o tener una visión muy limitada alcanzando a distinguir apenas una sombra ante la luz. No importa qué tan buena sea la visión de un arácnido, esta siempre será incompleta, borrosa y en ocasiones hasta inútil en el momento de cazar; por eso construyen la red, la tela donde capturan a las presas que ahí caen por accidente.

 

Pensamos que por accidente nos llegó la pandemia, aunque todavía eso no esté confirmado. Lo único que tenemos claro es que el virus llegó a sacudirnos.

 

A principios del 2020 todavía nos sorprendíamos comentando sobre las noticias de un virus que había aparecido en Wuhan, una ciudad lejana para nosotros en Canadá. Recuerdo que nos habíamos reunido en familia y nos divertíamos con el popular juego “Un barco viene cargado de “. Habíamos llenado el barco de frutas, flores, colores, hasta que de repente alguien dijo: Un barco viene cargado de COVID. En ese momento un sutil velo de silencio nos cubrió a todos. Mamá fue la primera en romperlo con su risa un tanto forzada.

 

El simple hecho de haber transportado al virus en un barco desde un lugar tan lejano como China, fue un susto que estoy segura se instaló en la mente de los jugadores. Luego pasaron dos semanas hasta que volví a recordarlo, mientras escuchaba en las noticias que había ya un contagiado de Covid en Canadá y a los dos días de la noticia ya todos estuvimos encerrados; se había declarado pandemia.

 

Ahora que los recuerdos son solo eso, recuerdos, mirar hacia atrás se vuelve borroso, los momentos algo incompletos y hasta un tanto inútiles, así como la visión de los arácnidos. El nuevo estilo de vida en el que hemos caído, como presas de una telaraña, nos ha envuelto en una continuidad que se ha convertido en hábito: la máscara, el gel, el distanciamiento, sobre todo el distanciamiento. Desde aquel encuentro en el que jugábamos a “un barco viene cargado de” la familia no se ha vuelto a reunir, y tal parece que se ha encontrado cierta comodidad en la separación y en el aislamiento que ahora es costumbre. Muchas familias se han separado, pero de alguna manera, algo paradójica, muchas otras se han reencontrado con el auge de los medios electrónicos.

 

La araña todavía no nos ha visto, no se ha percatado de que sus presas estamos revoloteando en la incomodidad de la telaraña. Luego esto será todo, el virus y sus variantes dejarán de tomar fuerza y eventualmente todos nos contagiaremos, pero las consecuencias de rutina en las que nos hemos envuelto con el trajín de cuidarnos se han instalado.

Podemos reunirnos, pero la justificación de No hacerlo queda libre, como un gato que se pasea por el tejado. No hay ya ninguna responsabilidad ni obligación de hacerlo como en el pasado, antes del Covid; ahora a cualquier síntoma nos excusamos de una reunión familiar.

 

La araña, a pesar de sus ojos, solo advierte sombras.

 

 

María Fernanda Rodríguez

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